jueves, 27 de noviembre de 2014

Proceso de la Comunicación mediante situaciones culturales

“La relación  entre cultura y comunicación es paradójica y a menudo incomprendida en nuestra sociedad contemporánea. No hay cultura socialmente existente que no tenga, unido a ella, un plan de difusión y, por tanto, una comunicación constante ante determinados sectores sociales, por pequeños que estos sean. Así, también es difícil pensar una comunicación que no tenga aspectos creativos y deje de transmitir valores de cultura, de identidad”.
Algunos autores han reflexionado sobre ese tema desde hace años y mantienen  que la relación entre ambos procesos es estructural: una no marcha ni se explica, sin la otra;  si la cultura es un hecho social no hay cultura más que manifestada, transmitida y vivida por el individuo”, pero esta dependencia mutua se ha intensificado en el seno de las industrias culturales, pese a sus dinámicas sectoriales diversas, es una expansión llena de sinergias, pues la difusión de los espectáculos, las artes plásticas e incluso los museos, depende casi completamente, de los medios de comunicación. Sin embargo, la ambigüedad en el vínculo entre ambos términos, ha servido de palanca muchas veces para ignorar esas relaciones, especialmente cuando los intereses políticos o económicos insisten en una total  separación y aislamiento.
Lentamente en el terreno de la investigación y el trabajo académico las cosas han comenzado a cambiar y determinando el verdadero rol que le corresponde a cada proceso, pero las políticas que recortan y regulan los campos continúan sustentando viejas concepciones excluyentes entre cultura y masas, y nuevas concepciones que reducen completamente a la comunicación solo a transmisión de información.
La relación sigue así atrapada entre una propuesta puramente contenidista de la cultura, tema para los medios, y otra difusionista de la comunicación como mero instrumento de propagación cultural. La superación del didactismo, del folklorismo y el patrimonialismo en que se ven inmersas la mayor parte de las políticas culturales en nuestros países pasa, por la capacidad de asumir la heterogeneidad de la producción simbólica y responder a las nuevas demandas culturales enfrentando sin fatalismos las lógicas de la industria cultural.



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